Desperta Ferro Historia Moderna Nº40 La Batalla de Montaña Blanca  1620
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El 8 de noviembre de 1620 se libró en una colina a las afueras de Praga, la Montaña Blanca, una de las batallas más decisivas de la historia de Europa central. El ejército de los Estados protestantes de Bohemia y Moravia, con el apoyo de tropas de alemanas, transilvanas y mercenarios oriundos de toda la Europa protestante, se enfrentó a las fuerzas del emperador Fernando II, que contaba con el valioso apoyo de Felipe III de España y la Liga católica alemana liderada por el duque Maximiliano de Baviera. Un siglo después del inicio de la Reforma de Lutero, católicos y protestantes creían que el enfrentamiento definitivo había llegado. Decenios de pequeñas disputas atenuadas por una política de apaciguamiento desembocaron en un estallido dramático de la tensión acumulada cuando, el 23 de mayo de 1618, un grupo de nobles bohemios protestantes arrojó por una ventana de la cancillería de Bohemia a dos representantes de la Corona y a su secretario, todos ellos católicos. Comenzaba así una revuelta que sucumbía, dos años y medio después, a las puertas de Praga. El triunfo imperial en la batalla de Montaña Blanca no solo restableció plenamente el catolicismo en el Reino de Bohemia en todo su esplendor antes del desenlace de las Guerras Husitas en el siglo XV, sino que a su vez marcó el inicio del ascenso de Austria como gran potencia en Europa central.

De una crisis regional a una guerra general por Peter H. Wilson – University of Oxford

El 23 de mayo de 1618 tres funcionarios habsbúrgicos fueron arrojados por una ventana del castillo de Praga. Esta célebre defenestración marcó el inicio de lo que se conoce como la Guerra de los Treinta Años. Hacía tiempo que la guerra planeaba en el horizonte, pero la escalada desde una crisis en Bohemia a una conflagración de gran envergadura a lo largo y ancho del Sacro Imperio Romano que arrastró a la Monarquía Hispánica, a Transilvania y a otras potencias europeas no era inevitable. Aunque malheridos, los tres funcionarios sobrevivieron, lo que dejó una puerta abierta a una solución pacífica. Por desgracia, los esfuerzos por contener la crisis fracasaron y los acontecimientos se precipitaron hacia un conflicto aún más grave.

La defenestración de Praga por Václav Bůžek – Jihočeská univerzita v Českých Budějovicích

En el último tercio del siglo XVI la política interna del reino de Bohemia comenzó a estar sujeta a la importante presión de algunos grupos aristocráticos alineados según sus creencias religiosas. Mientras que la nobleza católica buscaba formas de llegar a un acuerdo con el rey para desempeñar un papel decisivo en el ejercicio del poder político en el país, los protestantes, incluidos utraquistas, miembros de la Unión de los Hermanos Bohemios y luteranos, se afanaban por conseguir tolerancia hacia su fe y la creación de su base institucional. Las crecientes tensiones religiosas estallaron el 23 de mayo de 1618, cuando un grupo de nobles protestantes arrojó por las ventanas del castillo de Praga a dos vicegobernadores católicos y a su secretario. Se trataba con claridad de la escenificación de un proceso judicial decidido de antemano, cuya ejecución tenía una larga tradición en la capital del reino de Bohemia.

De las puertas de Viena a las puertas de Praga por Alberto Raúl Esteban Ribas

Fernando II de Habsburgo y sus vasallos rebeldes tenían estrategias políticas y militares opuestas: si los bohemios necesitaban expandir la rebelión a los demás Estados del reino de Bohemia y a Austria, e implicar a potencias extranjeras en una causa religiosa, los imperiales deseaban una campaña fulminante que contuviera la subversión en un ámbito estrictamente local y aconfesional. En agosto de 1618, el conde de Bucquoy planificó una rápida campaña; para ello disponía de una fuerza de 7000 hombres que dividió en dos cuerpos de ejército para avanzar desde el sur y el este, y converger sobre Praga. Los bohemios reunieron apresuradamente un ejército de más de 10 000 hombres para frenar el avance católico. La situación se mantendría en un frágil equilibrio hasta que, en 1620, el emperador logró reunir abundantes refuerzos de la Monarquía Hispánica y la Liga Católica alemana para conducir un avance que culminaría en la batalla de Montaña Blanca..

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