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La inesperada muerte de Alejandro Farnesio (en diciembre de 1592) supuso un duro golpe. Felipe II perdía a uno de sus generales más afamados, y el Ejército de Flandes se quedaba huérfano de uno de los líderes más decisivos de su historia. Desde esa fecha, y hasta que Ambrosio Spínola despuntase como una estrella emergente, el gobierno de Flandes quedaría en manos de varios gobernadores interinos, y de familiares del rey –de la rama austriaca de los Habsburgo–, que no tuvieron el tiempo o la preparación militar para construir un liderazgo decisivo, problema que se vería agravado por la crónica falta de fondos –que agudizaría sobremanera la aparición de nefastos motines entre la tropa–, y la circunstancia de tener que luchar a la vez en dos frentes bélicos: contra los Estados Generales y contra Francia.
Un soneto anónimo del siglo XVII reflejaba en sus versos, a modo de resumen biográfico, los primeros y postreros días de la vida del insigne personaje Ambrosio Spínola: “…en Italia vio la vida con la primera luz, en Italia abandonó la vida con la última luz…”. Fue en Génova, y en 1569, cuando Ambrosio Spínola vio la vida con la primera luz y se convirtió en el heredero de una de las familias nobles más distinguidas de su tierra natal. En aquella república, de marcado carácter oligárquico y plutocrático, el poder se repartía entre cuatro grandes familias: los Fieschi, que basaban su posición en la intervención y el control sobre los asuntos eclesiásticos; los Doria, en el dominio de la renombrada marina de la república, y los Spínola y los Grimaldi, en la riqueza y en la posesión de numerosos feudos. Las coordenadas de su nacimiento otorgarían a Ambrosio Spínola una gran preponderancia política y económica.
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Desperta Ferro Historia Moderna Nº 35: Spínola y la Guerra de Flandes
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